domingo, noviembre 25

supersticioso

me llegó una de esas horribles cartas cadena y estaba aburrido. lo mejor habría sido no meterse con ella: me amenazó con que se cumpliría exactamente lo contrario a lo que yo pedía si no mandaba algunos correos.
los horóscopos y la adivinación siempre me han resultado atractivos; nunca ciertos. quizá si hubiese seguido mi instinto (como la carta lo exigía), y hubiese pedido el cambio repentino de color de alguna tarugada, no me habría entrado el pánico, pero abogué por la felicidad de otra persona. recordé entonces que oliveira y el cubito de azúcar y el nombre de alguna persona con la primera letra del objeto... y a jodorowsky.
el caso es que terminé persuadido.
rían, escasos lectores, rían, pero el ocio también los atrapará algún día.

no hay palabras

Creo que al final murió la época en la que. Todo ha. Desde el, hay canciones que me hacen. Se han vuelto muy comunes los y las y. Y no es que reír fuera mi, pero es una de las cosas perdidas.
La semana pasada me encontre de frente con en el metro. Si no me reconoció, fue por mi nueva expresión de, o eso es lo que quiero pensar, porque es muy probable su. Pero eso poco importa, lo que yo quería decir es que cuando lloras en silencio, y te arrinconas por allí, y no quieres que te vea, ni verme, ni nada, siento como si. Y no digo que no lo hagas, porque no tienes conmigo, lo que digo es que creo que puedo. Ojalá puedas entenderlo.

domingo, noviembre 18

Nick Belane descubre el diccionario

A veces pienso: pertenezco a la peor raza del planeta y encima estudio para crítico. Antes me interesaban las mutilaciones, las computadoras, las ranas, los planetas extraños y los lagartitos. Conservé de todo mis gustos no oficiales. Las mujeres y la literatura nunca se me dieron, y mi necedad provocó al final resultados desastrosos (para otros, porque el vodka me sienta bien). Pero entonces me pregunto: ¿existirá la buena literatura o en cuestión gustos se rompen géneros?

jueves, noviembre 8

Adiós a Don Gregorio

Ayer me enteré de la muerte de Don Gregorio, un simpático borracho fiel a las chivas que cantaba bien bonito las rancheras. Se ahogó con su propia sangre un domingo por la madrugada. Lo encontraron en el baño de su casa vivo todavía; no sabían por qué le costaba tanto trabajo respirar, y cuando llegó la ambulancia, ya estaba bien frío.
No lo conocí tanto como para apreciarlo y derramar unas pocas lágrimas por él, pero he de confesar que, de una forma inconsciente, lo concebía como inmortal. Me costó un poco de trabajo creerlo, tardé alrededor de cuarenta segundos en imaginar su rostro, y aún no puedo recordar su voz desde las escaleras en las que descansaba sus caguamas y sus anchas posaderas.
Don Gregorio no hizo grandes cosas, no se puede decir que haya sido un gran hombre, pero cuentan que cuando su esposa y su hija regresaron de cierto viaje en relación con el placer, tardaron alrededor de media hora en caminar el tramo que va desde la esquina hasta la puerta de su casa (algo así como 20 metros) por el gentío que se había acumulado para el velorio, que ya tenía unas 2 horas ofreciendo café a los invitados. No habían podido contactarlas, se dieron cuenta de lo que sucedía hasta que vieron el interior de la caja.
Así es. Todos conocían a Don Gregorio. Por lo poco que sé de él, creo que le habría gustado que llevaran una playera de las chivas a la hora del entierro, para que luego de la primer carga de tierra, se escuchara un grito cordinado de «gooooool» en señal de despedida.
Descanse en paz, Don Gregorio.