miércoles, junio 13

de risa


Sé por qué me escupiste en la cara. Sé que querías que te odiara como tú me odiaste. Alguna vez estuve en una situación parecida: quería que mi enemigo experimentara exactamente la misma repugnancia que él me había provocado. Pero sabes, has llegado tarde. Ya desde antes me causabas asco. Desde hace mucho. Tenías la partida ganada desde el principio, idiota, así que perdiste el tiempo. Podías haberte masturbado unas 45 veces en lugar de estar tratando de hacerme vomitar. Quizá así me habrías revuelto el estómago por duplicado. Todo el placer que te has perdido por imbécil, ¿ves? Pero no te preocupes, la gente suele hacer tonterías.

Ah, y no creas que guardas un lugar privilegiado en mi corazón. Hay muchas cosas que me provocan náuseas. Hoy una señora trajo a su escuincla a buscar información en internet, por ejemplo. Se quejaba de que la babosita tuviera que escribir todo a mano, porque la maestra le había pedido así el trabajo. «¡Qué absurdo! ¿Por qué lo hace?» Yo sé por qué, estúpida: porque vienes todas las semanas y me pides que pase al procesador de texto directamente información que no has leído, y luego quieres que escriba el nombre de tu pendejita hasta arriba, con escuela, grado, grupo y, si supieras que se puede conseguir un logo, también me lo pedirías. Y lo peor de todo: tan sin cabeza eres, que estás dispuesta a darme $70 por semejante nimiedad. $70 por 5 minutos de mi tiempo en una pequeña búsqueda en la que yo no hago más que mover un poco los dedos. Ah, ah, debería mandarte al demonio la próxima vez que vengas. Si por lo menos tuvieras la decencia de preguntar cómo se hace.

Y bueno, regreso contigo ahora, tarado. Podría decirte muchas cosas más, pero el caso es que yo también apesto. Así es, también soy un imbécil. Confesarlo no me hace menos imbécil. La primera razón por la que soy imbécil, es por dedicarte una entrada en MI blog. De las otras razones no te hablo, para que no te quiebres la cabeza.