lunes, junio 18

hemeroteca

Fernando Arce toma una papeleta y la llena con letras azules. Quiere el aviso oportuno, pero hay que esperar. La sala es grande: allí, 27 personas encorvadas se rascan la cabeza y se acarician la barbilla. No es posible que todos busquen la misma cosa, piensa Fernando, y usa una de las sillas. Saca una libreta pequeña del bolsillo, la pone sobre la mesa y luego traza líneas que se juntan se separan se curvan y que de lejos hacen estrellas, tableros de ajedrez, ojos de chicas que usan gafas.
Una segunda hoja garabateada y han llamado a 4 personas ya. Hay dos puertas al fondo. De una, abierta, sale la voz que anuncia al siguiente desempleado; sobre ella, Fernando lee la palabra «préstamo». La otra está cerrada; en lo alto, la palabra «devolución» chilla en letras negras.
Tres horas más pasan. Ya no son 27 personas, sino 52. Se han ido 14, así que hay 66 caras nuevas. El calor es insoportable, creo que Fernando va a derretirse. Todos están aburridos, más los empleados de la hemeroteca. Alguien deja caer un papel antes de irse, no puede haber sido un acto intencional. Cierto hombre calvo lo recoge y en voz alta anuncia que es un recado.

"Sandra:
"Esta mañana, cuando quise prepararme un café, no encontré más en la alacena, También te llevaste mi azúcar, un kilo de frijoles, mi pluma fuente y dos libros verdes que tenía en el escritorio. Los estaba leyendo, ¿sabes? No tengo trabajo y NECESITO esas cosas. ¿Que te has creído, perra? ¿Que puedes abandonarme y además robar? ¿Que porque te quiero todavía no voy a decir nada? Puedes irte al carajo"

Una carcajada suena, luego tos y hasta el fondo un celular. Mucho aburrimiento, nadie se conoce, qué intento más idiota de quemar el hielo. Esto es una competencia, piensa Fernando, esto es una competencia, nadie vino aquí a hacer amigos y ese pobre hombre lo está pagando con ridículo. Asqueado, Fernando Arce se levanta y camina hacia la puerta dispuesto a perder su turno para consultar el aviso oportuno, pero antes de que consiga escapar, un viejo cae muerto a sus pies; acaba de sufrir un infarto.