jueves, mayo 17

ah?


Tunales son unos árboles que tienen las hojas del grueso de dos dedos, unas más y otras menos, tan largas como el pie de un hombre, y tan anchas como un palmo; y de una hoja de éstas se planta y van procediendo de una hoja en otra, y a los lados también van echando hojas, y haciéndose de ellas árbol.


Motolinía


Como de costumbre, saqué otro cigarro. Como de costumbre, no tenía cerillos. Y como de costumbre, tuve que comprar unos. La señora que me atendió en el oxxo parecía molesta. No estaba deacuerdo con que la gente pagara la cajita de fósforos con un billete de doscientos y esperara cambio. No le gustaba su trabajo. Odiaba contar y contar y acomodar y contar. Y acomodar. Traté de sonreírle, trató de mentir, y ambos fracasamos. Salí del infierno que te permite escoger de entre muchas torturas de muy variadas marcas y encontré un monedero abandonado en la banqueta con $50 y una credencial de elector.

No por mucha ética, sino por mucha erótica, y por ocio, decidí consultar la guía roji, y llevar el almacén femenino de dinero con su dueña. Quizá la suerte me cayera del cielo. Pero hacía mucho tiempo que yo no tenía suerte, y pensar que llegaría así, de pronto, era engañarse otra vez.

De la casa una señora me contó su vacuidad, desde hacía dos semanas. La chica de la foto debía de estar muy lejos ahora, metida en una piscina, porque la residencia era bastante grande. Pero en la ventana una cortina se movió, y la sombra que había estado allí se hizo a un lado. La señora se persignó, o persinó, o no sé, y dijo ave maría purísima. Yo no tenía idea de cómo persignarme, o persinarme (o lo que sea) y la cabeza se me hundió en los hombros. Debo confesar que me pasó por la mente hacerme cazafantasmas, y mentiroso, y rico, pero esa vida era más de lo que yo podía soportar. No, yo estoy hecho para el fracaso. La charlatanería me causa alucinaciones.

Me cansé entonces de repasarlo todo tres veces en la cabeza. La monotonía del día se intensificaba. No quise saber qué había sido de esa sombra, y tampoco me importó. Mi primer experiencia paranormal parecía haber llegado a su fin cuando, de pronto, recordé que había 50 de más en mi bolsa. Compré un boing de guanábana, pero ya era tarde. Ni hacerse pendejo, ni el boing de guanábana iban a detener algo que estaba sucediendo y que yo no comprendía, así que, luego de terminarme el sabrosísimo producto de la cooperativa pascual, me decidí por un líquido más amargo y alucinante.

Llegué a otro oxxo. Un mezcal de litro sería suficiente. Los oxxos se multiplicaban por la ciudad rápidamente (milagro de la expansión monopólica, salvación de los ambiciosos, los borrachos y los hambrientos). Y saliendo, bolsita de plástico llena con artículos mágicos en mano, encontré una cartera. Demasiado misterioso para mí resultaba todo este asunto, porque en la credencial de elector que allí encontré la misma dirección que yo había visitado minutos antes estaba escrita. Además, había $100 en billetes de $20.

Me emborraché entre los papeles sucios de mi departamento. La basura me rodeó. Los cigarros se acabaron, y decidí comprar más. No necesito decir lo que hallé saliendo del oxxo, esta vez con $200 en billetes de $50. «Pensaré mañana».

Desperté a las 12 del medio día, dispuesto a investigar todo aquello. Tenía 3 nombres (todos con diferentes apellidos), una casa y una sombra. Podía tratarse de una conspiración en mi contra, debía ser cuidadoso.

Interrogué a los vecinos de la mansión. Nada. Algunos hablaban de ciertos asesinatos, otros de ciertas alimañas fantasmales, otros de fama y gloria enterrada en algún lugar del jardín. Necesitaba fumar; pasé junto a un oxxo y me abstuve. Atravesé entonces la puerta de una tiendita, y cuando compré mis delicados, salí sigiloso. Creí ver una cartera en el piso, pero se trataba de un pedazo de tela nadamás. Un perro me ladró y salté. Tuve ganas de patearlo, pero luego el dueño se asomó y lo llamó. Demonios, demonios.

Durante tres meses visité aquél lugar todos los días. Podría contar los detalles, pero son aburridos. Molesto, decidí entrar.

Todo estaba oscuro. Busqué el interruptor de la luz. Aunque yo sabía que con toda probabilidad ningún foco se encendería, presioné el switch. ¡Sorpresaaaaa! ¿Ah? ¡Sorpresaaaaaa! Muchos no creímos que llegarías hoy, pero Lulú te conoce muy bien. Feliz cumpleaños.