sábado, febrero 1

la congruencia

muda el color del corazón con un vientecillo de aleteo de mosca, con un pelito de gato en el abrigo, y allá va la congruencia a desbaratarse como hecha de arena y enfrentada contra el mar. muda el color sin que uno quiera, sin que uno lo prevenga, y vienen con todo la culpa y la vergüenza, la duda, el fuego: se pierde la frágil invención del sentido entonces. luego, quedan sólo acusaciones y juicios a la hora de los sueños: pesadillas nada más. ¿y de dónde viene todo? de la angustia. de haberse creído vencedor de la angustia y encontrarse devuelto a ella, inmensa, horizontal como el abismo azul de las playas. vertiginosa, invencible, inimaginable. ¿es la aceptación de la incongruencia, del sinsentido, la libertad? para allá parece que van los budistas, pero yo no quiero, no quiero, me niego.

el principal de los refranes aconseja cuidado para pronunciar de esta agua no beberé. y la lección se enseña mil veces. se ensaña. ¿cuántos no la enfrentan nunca? no hay modo moral de juzgar quién es mejor de entrambas especies. ¿el más feliz? y sin embargo, es imposible que se pase de un lado a otro a conveniencia.  ¡pero esto tampoco es congruente!