la felicidad está en todos lados. se puede encontrar en un plato, en una cama, en un monedero o en una boca. yo la encontré en un autobús.
cuando llegué a sentarme, un olor como de mujer joven, como de mujer enamorada, me dibujó la imagen de una chica dormida. y me quedé algunos minutos pensando en ella, en cómo tenía los cabellos estrellados y esparcidos por el vidrio, como una fuente negra que salía y se estrellaba y se derramaba hacia los bordes de la ventana. su cabello, una lluvia negra y aromática. nadie tan cercano como yo para darse cuenta. yo, cercano en tiempo. y me bebí todo lo que pude aspirar, todo lo que había quedado de su voluntad de ser y de perdurar y de mantenerse. me lo bebí para que perdurara en mí, para que perdurara aquí, en la entrada de este blog.
le he quitado la felicidad a otros. en lugar del olor fresco de la chica, dejé el mío, rancio y sucio, de muerto ciudadano y descolorido. dejé el mío porque soy egoísta, porque la quería para mí. mi felicidad está en quitarles el placer, en dejarles, a quienes quiera que sean ustedes, una sombra de lo que yo he vivido, una huella insípida, un montón de palabras vacías.