lunes, enero 18

Aguantarse y esperar

El peor espectáculo de mi vida no lo di yo. Lo dio un cantautor urbano en el transporte público hace unos cuantos días. Primero se aventó una que odio del Haragán. Me gustan la de la muñequita sintética y la de la gran velocidad, pero esas nunca las tocan. Después, hizo algunos chistes ridículos, anunció su próxima canción, la cantó e hizo más chistes ridículos. Me dieron ganas de arrebatarle la guitarra, porque aunque no la toco mejor que él, creo que me sé algunos trucos. Me dieron ganas de tocar canciones de Rockdrigo y de forzar la voz aguardientosa para un

¡YEAH YEAH YEAH YE YEAH!

Así se hace, imbécil, así. Y luego copias los chistes del café del artesano:

ME DISCULPO POR HABERLES TOCADO TODAS ESTAS CANCIONES

con sentimiento, con matices en la mirada. Pasas con la charola, o con la cachucha. Esperas que haya por ahí un viejo sentimental, uno que haya conocido la gloria del rupestre aquél.
Me hubiera gustado callarle la boca al artistilla ése, pero no tengo los huevos ni recuerdo los acordes de las canciones que antes tocaba. Sólo los trucos.