cuando se haya disipado la invasión de entusiasmo, se irá también la determinación. el proceso no es nuevo: lo conozco desde hace años, desde niño, porque me gastaba las manos y la paciencia en hacer papalotes que luego no volaban, y con el viento volaban mi entusiasmo y mi determinación.
pero hoy que juego al hombre me propongo el principio de la no determinación, de elevar el cometa sin ánimos. ¿qué importan los huevos, si lo que importa es el vuelo? para eso estamos aquí: para elevar papalotes, y nada más. aunque el papalote se haga pedazos y se desgarre contra piedras y yerbas, yo lo quiero volar hasta más allá de los cables de alta tensión, hasta más allá de franklin y de la tormenta, así, todo cabizbajo. no valen los mentones girasoles: lo que importa es correr con el hilito aunque se quede sin papalote por las piedras y las yerbas feroces. ya vendrán los gatos a perseguir el cabo, y entonces volaré los gatos (¡fum!). ¿y si no me dan permiso? ¡nada vale la cabeza en alto! lo que importa es estampar los gatos contra las nubes, así, aunque no sirva para nada ni me dé sus vobos la autoridad. no es lo útil lo que hay que perseguir, sino lo importante. no es primordial la determinación ni el reconocimiento ni la cuenta bancaria ni la beca del sistema federal anticometas. son los papalotes y los gatos encielados lo fundamental, y yo los voy a encielar a ustedes y a los gatos y a lo que se me ponga enfrente, aunque después nadie sepa que fui yo cuando se vean las nubes con perforaciones felinas. ¿de qué sirve embarrar mi firma? ¿pintar un cuadro y luego mearlo? a lo mejor, pero mearlo en serio entonces.
las tentaciones deliciosas importa vivirlas y no contarlas. los niños por eso se divierten, hay que imitar a los niños. y queden los estudios de la vida eterna para adorno de vueltas en la cama.