no estoy bien, pero estoy vivo. quizá sería igual estar bien y muerto. que me lo digan los profesionales.
no sé cuántos bares visitaré, cuántos jefes conoceré, cuánta basura escribiré ni cuántos cigarros besaré antes de olvidar que yo tenía una vida feliz y de que cometí dos errores. el primero, más grave que el segundo. los detalles me los ahorro, pero sépase que un canalla pequeño merece la misma pena que un canalla de tres cabezas.
aunque no insistiré, porque estoy convencido en la corteza, no lo estoy en el cerebelo y en la boca del estómago. el dolor siempre se disipa, pero la apuesta es por la fecha. dos meses? dos años? dos décadas?
no tengo derecho a insistir, pero tengo derecho a padecer. la dignidad es lo más ridículo que he conocido en la vida, pero es hora de reconciliarme con ella.