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Sin embargo, ahora me siento contento. Estoy conforme. Ya sé que la conformidad no es eterna, pero sí es, al menos, un poco más larga que la felicidad. Me gusta la conformidad porque me permite preocuparme de nimiedades, como de manchitas cafés en la playera. Incluso me compré un refresco de la familia pepsi por ver si me sacaba un modesto premio de algunos miles de pesos.[texto suprimido]