miércoles, mayo 30

autómata

me declaro autómata. hoy una bebé de 9 meses estornudó y le dije "salud".
también declaro a la bebé de 9 meses autómata: yo envolvía revistas para enviarlas por correo y la niña tomó un pedazo de papel estrasa y lo arrugó sobre un libro. además, le emocionaban las computadoras. alguien la puso frente a un teclado con el procesador de texto abierto y era cosa de ver la posición que la mocosa adoptó, con los dedos estirados sobre las teclas.
no cabe duda: los seres humanos somos estúpidos desde que nacemos.

sábado, mayo 26

basura

Había dejado de llover. Una lata de coca cola se me quedó pegada en la palma, y tuve que agitar la mano. Y de pronto, allí, un billete de cincuenta me sonrió. Estaba rosadito. Coqueteó un rato conmigo y después me dio la espalda. Pensé que lloraba, pero era líquido amarillo lo que le corría por ¿las mejillas? Como pus. Enferma pus. Soy el hombre que recoge la basura y estas cosas todavía me dan asco.

jueves, mayo 17

ah?


Tunales son unos árboles que tienen las hojas del grueso de dos dedos, unas más y otras menos, tan largas como el pie de un hombre, y tan anchas como un palmo; y de una hoja de éstas se planta y van procediendo de una hoja en otra, y a los lados también van echando hojas, y haciéndose de ellas árbol.


Motolinía


Como de costumbre, saqué otro cigarro. Como de costumbre, no tenía cerillos. Y como de costumbre, tuve que comprar unos. La señora que me atendió en el oxxo parecía molesta. No estaba deacuerdo con que la gente pagara la cajita de fósforos con un billete de doscientos y esperara cambio. No le gustaba su trabajo. Odiaba contar y contar y acomodar y contar. Y acomodar. Traté de sonreírle, trató de mentir, y ambos fracasamos. Salí del infierno que te permite escoger de entre muchas torturas de muy variadas marcas y encontré un monedero abandonado en la banqueta con $50 y una credencial de elector.

No por mucha ética, sino por mucha erótica, y por ocio, decidí consultar la guía roji, y llevar el almacén femenino de dinero con su dueña. Quizá la suerte me cayera del cielo. Pero hacía mucho tiempo que yo no tenía suerte, y pensar que llegaría así, de pronto, era engañarse otra vez.

De la casa una señora me contó su vacuidad, desde hacía dos semanas. La chica de la foto debía de estar muy lejos ahora, metida en una piscina, porque la residencia era bastante grande. Pero en la ventana una cortina se movió, y la sombra que había estado allí se hizo a un lado. La señora se persignó, o persinó, o no sé, y dijo ave maría purísima. Yo no tenía idea de cómo persignarme, o persinarme (o lo que sea) y la cabeza se me hundió en los hombros. Debo confesar que me pasó por la mente hacerme cazafantasmas, y mentiroso, y rico, pero esa vida era más de lo que yo podía soportar. No, yo estoy hecho para el fracaso. La charlatanería me causa alucinaciones.

Me cansé entonces de repasarlo todo tres veces en la cabeza. La monotonía del día se intensificaba. No quise saber qué había sido de esa sombra, y tampoco me importó. Mi primer experiencia paranormal parecía haber llegado a su fin cuando, de pronto, recordé que había 50 de más en mi bolsa. Compré un boing de guanábana, pero ya era tarde. Ni hacerse pendejo, ni el boing de guanábana iban a detener algo que estaba sucediendo y que yo no comprendía, así que, luego de terminarme el sabrosísimo producto de la cooperativa pascual, me decidí por un líquido más amargo y alucinante.

Llegué a otro oxxo. Un mezcal de litro sería suficiente. Los oxxos se multiplicaban por la ciudad rápidamente (milagro de la expansión monopólica, salvación de los ambiciosos, los borrachos y los hambrientos). Y saliendo, bolsita de plástico llena con artículos mágicos en mano, encontré una cartera. Demasiado misterioso para mí resultaba todo este asunto, porque en la credencial de elector que allí encontré la misma dirección que yo había visitado minutos antes estaba escrita. Además, había $100 en billetes de $20.

Me emborraché entre los papeles sucios de mi departamento. La basura me rodeó. Los cigarros se acabaron, y decidí comprar más. No necesito decir lo que hallé saliendo del oxxo, esta vez con $200 en billetes de $50. «Pensaré mañana».

Desperté a las 12 del medio día, dispuesto a investigar todo aquello. Tenía 3 nombres (todos con diferentes apellidos), una casa y una sombra. Podía tratarse de una conspiración en mi contra, debía ser cuidadoso.

Interrogué a los vecinos de la mansión. Nada. Algunos hablaban de ciertos asesinatos, otros de ciertas alimañas fantasmales, otros de fama y gloria enterrada en algún lugar del jardín. Necesitaba fumar; pasé junto a un oxxo y me abstuve. Atravesé entonces la puerta de una tiendita, y cuando compré mis delicados, salí sigiloso. Creí ver una cartera en el piso, pero se trataba de un pedazo de tela nadamás. Un perro me ladró y salté. Tuve ganas de patearlo, pero luego el dueño se asomó y lo llamó. Demonios, demonios.

Durante tres meses visité aquél lugar todos los días. Podría contar los detalles, pero son aburridos. Molesto, decidí entrar.

Todo estaba oscuro. Busqué el interruptor de la luz. Aunque yo sabía que con toda probabilidad ningún foco se encendería, presioné el switch. ¡Sorpresaaaaa! ¿Ah? ¡Sorpresaaaaaa! Muchos no creímos que llegarías hoy, pero Lulú te conoce muy bien. Feliz cumpleaños.

sábado, mayo 12

Verbo mata carita


No había lugares. Una señora y su corpulento hijo robot me miraban con rabia desde arriba. Incluso la niña de 12 años que estaba sentada frente a mí tenía esa maldita expresión inquisidora preparada para el hombre no caballeroso. Las carnes de la señora eran muchas, o mucha la grasa, pero sus piernas eran fuertes, y podían soportar, por lo menos, doscientas veces su peso (Joaquín lo habría demostrado con un sencillo cálculo matemático). Pensé un rato. ¿Obraba mal? ¿Era yo un parásito de las masas? ¿Tenía el valor, o me valía? [© Copyright Televisa, S.A. de C.V., todos los derechos reservados.]
Decidí no ceder mi lugar. Bueno, en realidad, desde el principio de los tiempos esa decisión ya había sido tomada por un ente superior e incrustada arbiraria e injustamente en mi destino mortal. El metro alcanzó otra estación, y llegaron más señoras ansiosas de encontrar muchachos fuertes y dispuestos. La temperatura aumentó como cinco grados más, y, en la cajita de acrílico, las barras de chocolate de una vieja ambulante que se había quedado dormida comenzaron a derretirse. Todos sudábamos, pero la señora del hijo mamado sudaba más. Causaba lástima escucharla respirar tan trabajosamente. Preferí, entonces, mirar otra cosa, la que fuera, con tal de que el sonido de aquella inmensa bola humana se me desvaneciera de la conciencia. La tira de estaciones me pareció interesante: ¿sabían que Allende está a la mitad del recorrido total de la línea 2?
Y entonces, sucedió. La niña de 12 años hizo una admirable demostración de urbanidad frente a todos. La mamá del terminator aplastó las nalgas en el mínimo espacio que ahora poseía para conseguir su sagrado descanso. Muchos me miraron, como para ponerme en evidencia y dejarme en ridículo. El hijo robot admiraba sus músculos en el reflejo de la ventana. Yo sentí una curiosidad irresistible de saber cuántas estaciones había entre Allende y San Cosme, y conté…, pero mi orgullo cívico había sido herido, y no lo recuperaría en mucho tiempo.
La señora gorda colocó su bolsa entre las piernas, con la intención de empollar huevos. Había también varias lechugas y ramitas de epazote, jitomates, una revista de TV y novelas, elotes, como tres kilos de retazo y juraría que, debajo de todo eso, un gran miembro púrpura de plástico. Alguien leía en voz alta, una chica con anteojos de grueso armazón morado. El timbre y el tono de su voz de efeméride de lunes en las primarias me arrullaron un poco, pero no me venció el sueño. Dos mujeres maduras me miraron y se dijeron algo al oído, parece que yo era un monstruo.
Casi poseedoras de una fórmula mágica, las otras señoras también comenzaron a sudar. Se tambaleaban como si fueran a desmayarse. Yo era el único hombre sentado en todo el convoy, y temía por mi seguridad. Necesitaba un factor sorpresa, algo que distrajera la atención de la turba. Y entonces, por fin, el agente de ventas de una firma discográfica pirata entró con su música a todo volumen. Sonaba:

¿Por qué se fue? ¿Por qué murió?
¿Por qué el señor se la llevó?
Se ha ido al cielo, y para poder ir yo
Debo también ser bueno, para estar con mi amor.


Hipnotizados, víctimas de largas y sesudas reflexiones melancólicas, todos los pasajeros permanecimos callados. No podíamos creer en la existencia de un señor tan malo. Un señor capitalista que asesinaba cruelmente a sus personajes para crear jóvenes buenos, que manejaran con precaución y a menos de cien. Bueno, no sé qué es lo que estaba pensando el robot, pero, a punto de llorar, suspiró tan amargamente, que más de una señora estuvo a punto de socorrerlo y abrazarlo.
Pasamos más de cinco estaciones. Llegamos a Hidalgo (dirección Cuatro Caminos). Ya muchas señoras habían perdido su volumen natural, y el piso estaba lleno de charcos salados. Parecía que el lago de Texcoco iba a resurgir. Cuando los lugares se desocuparon, la señoras se arrojaron con entusiasmo a los relucientes asientos vacíos. En el caos, una me aplastó la pierna derecha. Ninguna de ellas se quedó parada, incluso había sobrado un asiento, junto a la gorda del terminator. La niña de 12 años vio su oportunidad y quiso sentarse, pero la gorda se le adelantó con la bolsa del probable gran miembro, y gritó:
—¡Jaimito, ven, siéntate!
Jaimito se sentó. Luego, limpióse un hilo de baba que partía de su boca. Nadie miró a la señora. Nadie se dijo nada al oído. No quiero emitir juicios, no quiero sonar como uno de esos beatos que escriben libros de superación personal. Yo prefiero la acción. Me daba lástima la niña que se había quedado sin lugar, era mi oportunidad. Iba a… cuando de pronto, salida de la nada, en Revolución abordó una morenota bien formada. Su sonrisa me…, y su cabello tenía…, y sus piernas, ¡sus piernas!
—¿Quieres sentarte?
—Sí, gracias.
Y así fue como todos salimos ganando, menos la niña. No dejo de preguntarme, un poco asustado: ¿qué habría hecho el imbécil de Joaquín?

descripción personal

baldío: adj.. Dicho de la tierra: que no está labrada ni adehesada. U.t.c.s. [No, no sé que significa eso.] Dicho de un terreno de particulares: que huelga, que no se labra. Vano, sin motivo ni fundamento. Vagabundo, perdido, sin ocupación ni oficio. Dicho de un terreno: del dominio eminente del Estado, susceptible de apropiación privada, mediante ocupación acompañada del trabajo, o de la adquisición de bonos del Estado. m. solar.

viernes, mayo 11

rotación de actividades

ayer en punto aproximado de las 6:30 de la tarde, recibí un correo. inmediatamente llamé a belane por teléfono.
sí, estuve mintiendo todos estos días. sabía dónde estaba belane, pero estaba celoso de su vida:
me había suplantado en casi todo. le dije que viniera pronto, que yo me rendía, que lo intentara él mejor. belane dijo que yo debía vivir mi vida, que lo dejara en paz.
berganza también estaba presente. propuso un último cambio de roles. intercambiarme el papel con belane, y que yo me dedicara a los asuntos de investigación. dijo que podíamos luchar por el rol en un duelo.
creo que belane estaba inconforme con algo, porque me pidió también el tiempo de internet. se lo cedí, provisionalmente, a cambio de que me diera oportunidad de entrenar. por el bien de los tres. porque a fin de cuentas los tres compartimos el mismo cerebro. nos conviene este cambio. saludaré a veces por este medio, pero pasaré más tiempo con berganza: algún día espero publicar una colección de cuentos. berganza me puede ayudar. su disciplina me transformará. nos marcharemos yo y berganza a las montañas, mientras tanto. belane: te lo dejo todo a ti. sé que lo harás bien. yo regresaré a pelear mi lugar algún día. puedes usar mi acta de nacimiento y mis documentos.
Carlos G.

jueves, mayo 10

messenger


lUcIElLe dice:
por ke eres asi
Hubo un silencio (si así se puede llamar) no más largo que 60 segundos, pero mucho más estúpido que un reloj de arena obstruido en la parte más angosta.
¿Por qué soy cómo?,
y la pregunta generó una nueva pausa.
asi
No hubo respuesta. El Cuco estaba aburrido de tan idiota conversación. Trató de pensar en cómo era y en por qué a Lucía le resultaba tan repulsivo, y luego notó que a él ella le resultaba repulsiva. Buscó en la barra de tareas con los ojos sobre el puntero y encontró la figura verde con texto delante, allí debía situar la flechita blanca para que la presión del botón izquierdo del mouse surtiera efecto. Volvió a la ventana.
No sé. ¿Por qué escribes así?
komo
Maldita sea, pensó el Cuco, maldita sea; debería ponerla como un contacto no admitido, enterrarla en la red, cortarle los dedos para que no tocara otra vez un teclado. No por mamonería ortográfica y sintáctica, se justificó, sino porque el esfuerzo para leer le quitaba microsegundos valiosos, le confundía la gramática cerebral. Y porque quién se atrevía a cuestionarle la personalidad. Ni siquiera estaba Lucía cerca de precisar lo que la molestaba del Cuco. Maldita sea.
¿Por qué no usas la ‘q’ ni la ‘c’? ¿Por qué todo con ‘k’?
bes por ke eres asi
¿Y ahora? ¿Qué había querido decir? Pensaba nuestro protagonista en muchas opciones. La primera, quizá carente de sentido, una posibilidad de que después del “bes” y antes del espacio faltara una ‘o’. La segunda era una explicación de porqué el Cuco conservaba el sentido de la vista. La tercera suponía un Cuco que no sabía la razón de porqué era como era antes de que Lucía lo demostrara con un pequeño ejemplo. La más probable podía leerse como dos interrogantes mínimas: una que acusaba la pregunta malintencionada del Cuco, y otra que reafirmaba la duda de una sección de la personalidad que a Lucía la molestaba de su interlocutor, sin ser capaz de precisar cuál ni cómo ni por qué.
No sé. Nací sin una glándula, supongo, falté a un seminario, me falla algún lóbulo del cerebro. No sé.
Pero si Lucía continuaba como contacto admitido era porque el Cuco quería información. Lucía era la mejor amiga de Patricia, ex novia del protagonista de este cuento y actual pareja de un tal Kevin (alias Harry, según las malas lenguas). Lucía no era una mujer confiable. No era una mujer buena. Era una harpía miserable, pero qué se le iba a hacer. Conformarse y adelante.
Había una ventaja. A los ojos de Lucía las sonrisas irónicas del Cuco no existían. Y una desventaja: quizá, ni el mismo diablo lo sabe, ella omitía las comas, torcía la sintaxis y deformaba la ortografía con el propósito de crear ambigüedades que luego le causaran insomnio al Cuco.
Nick Belane (vengador de los siete mares) dice:
Confundido y lleno de exasperación, estuvo nuestro protagonista a punto de abandonar el café Internet, que ya de por sí le costaría una fortuna. Y de pronto, en el monitor apareció otra ventana de conversación. Era el vengador de los siete mares, que había leído siete veces Pulp y se sentía detective.
qué tranza, buen cuco?
Aló.
cuánto tiempo sin verte. pues qué andabas hibernando o qué.
Oye, ¿tú qué entiendes con esto: «bes por ke eres asi»?
pues que eres medio mamón y te andan reclamando. hasta ve qué comillas usas.
Pero es que pinche vieja, ni siquera sabe lo que la molesta de mí.
otra vez con tus mamadas. si estás en el messenger, no redactando un trabajo, cabrón. cualquiera habría escrito “lo que le molesta”, y tú con tus menudencias gramaticales. además sí sabes, pero te haces pendejo. si lo de “bes por ke eres asi” no era tan difícil.
El Cuco se sintió ofendido. Quiso defenderse, argumentar, hacer caca al vengador de los siete mares. Pero estaba en desventaja, pensó, tenía la cabeza caliente. Se limitó entonces. Adoptó una posición purista moderada.
Es que el lenguaje tiene una historia. Cada palabra guarda un valor arqueológico innegable, no podemos permitir que [bla bla] etimológicas [bla bla…]
Mientras el Cuco escribía su argumento maestro, pudo ver clarito que en la ventana de conversación de Lucía las palabras “lUcIElLe está escribiendo un mensaje” aparecieron de pronto en la parte de abajo. El vengador de los siete mares no tardó en replicar.
pues sí, mi Cuco, pero no es un problema de ahorita. piensa en todos los analfabetas que había antes del siglo xx. a quién podían importarle estas jaladas.
Pero es que además no entiendo lo que trata de decirme.
te haces pendejo, qué. por cierto, de quién estamos hablando.
De Lucía, la amiga de Patricia.
la gorda o la otra?
La gorda.
ah, ya, ya, la que un día te escibió que le gustabas y te pusiste paranoico y andabas concluyendo que eras un frijolito en un tablero de oca.
Pero el Cuco ya no respondió. Otra vez había puesto en práctica un sesudo plan en el que obtendría la información requerida sin siquiera preguntar.
El vengador de los siete mares esperó. Buscó en un portal páginas porno con dibujitos japoneses (hentai, diría cualquier aficionado), revisó su correo, releyó algunas cartas y redactó otras cuantas. Al cabo de un rato, como se dice en las novelas, recordó que había estado hablando con el Cuco y maximizó la ventana de conversación.
Nick Belane (vengador de los siete mares) te ha enviado un zumbido.
Espérate, estoy en medio de una operación infalible.
qué operación.
Luego te cuento, ahorita no hay mucho tiempo.
a ver, agrégame a la ventana de conversación de la gorda.
Nel, no, no te quiero allí de pinche chismoso.
oh, que la. agrégueme usted.
Nop.
entonces agrégala a ella en esta ventana. tú sigues con lo tuyo en la otra. estoy un poco aburrido.
Nel, ya te conozco.
ah, chingá, luego quién es el que tiene que soportar tus gemiditos y tus lagrimitas y tu manita de puerco emocional. quién es el que comprensivo te escucha. tenés que pagar, che. tenés que soltar la plata, che.
Ya, pues.
lUcIElLe se ha agregado a la conversación.
Lucía: Carlos. Carlos: Lucía.
llámame Totis.
hola
Después de este “hola” apareció una extraña carita amarilla animada que saludaba con la mano derecha en alto. Como si el general Cárdenas hubiese renacido y requiriera de todo ese respeto marcial. Como si no bastaran las palabras.
dice Raúl que tú eres la gorda, no la otra.
q’ otra
interesante: q’ y no ke, interesante. cuántas formas tienes para preguntar? ese q’ es más enfático que el ke?
todos tus amigos son komo tu kuko
¿Qué?
ke si tienes una cofradía o algo así, kabrón, pregunta la dama. o te gusta akella de no te metas con mi kuku, lucy? prefieres que te llame luky?
Lucía se levantó, caminó hasta la cocina y se sirvió un vaso de agua. De regreso, miró el reloj antes de sentarse otra vez frente a la computadora. Se acomodó la falda. Sorbió un poco y frunció la boca. El sabor a cloro le daba asco.
chinga tu madre totis
lUcIElLe ha abandonado la conversación.
sigue conectada?
Te dije, te dije, por eso no te quería agregar. Todavía no se desconecta, nomás cerró la ventana. Pero ya estuvo, ya déjala.
no seas pinche hipócrita. vuelve a agregarla. te prometo amabilidad.
Nel.
te fregaré hasta que accedas. ya me conoces, kabrón.
Nel.
uy, qué profunda conversación. digo algo y tú lo niegas. eso sí es cambiarle el sentido a las cosas.
Nel.
nel nel nel. no que muy puritano? no que acá la etimología y acá la buena escritura?
Ya ves que no.
lUcIElLe se ha agregado a la conversación.
disculpa, lucía, creo que fue un mal comienzo. estaba tratando de hacerme el simpático y me pasé de la raya. me disculpas?
lUcIElLe ha abandonado la conversación.
cuco, agrégala de nuevo.
¿Pues qué, tú no entiendes?
cuco, agrégala de nuevo.
lUcIElLe se ha agregado a la conversación.
ponte en mi lugar, lucía: sospechas que algún imbécil trata de pasarse de listo con un amigo. tienes qué hacer algo, no?
no soy ninguna imbecil ademas kreo q’ lo ases para divertirte ademas eres muy grosero
pero ya me disculpé. de verdad, perdóname. Me siento un poco arrepentido.
un poko?
sí, un poco. no: algo. no, digo: muy arrepentido.
En la pantalla apareció una carita amarilla sonriente. El Cuco y el vengador de los siete mares la interpretaron como una señal conciliatoria. Nuestro protagonista dejó de sudar y suspiró. El Totis hizo así con los hombros y apagó su cigarro en el cenicero que tenía junto a la mano derecha.
La noche había caído. El Cuco buscó un reloj en las paredes del negocio en el que se alquilaban las computadoras. El de la barra de tareas estaba mal ajustado; imposible que fueran las cinco y media de la tarde. Las personas que conversaban en las otras computadoras ya no eran las mismas, ni el empleado que anotaba las horas de entrada y salida. Pero eso qué importaba.
El Cuco miró de reojo la pantalla de su vecino. Página porno. Buenas fotos. Cuando el sujeto que la estaba mirando notó que había sido descubierto, minimizó la ventana y continuó escribiendo algo en el procesador de texto. Parecía el reporte de alguna práctica de Química. Seguramente el vecino cursaba algún semestre del bachillerato.
Lucía terminó su vaso de agua. Se rascó la frente. Su madre estaba a punto de llegar y preguntaría que por qué tanta oscuridad. Por la ventana, entraba un débil hilillo de luz que un foco blanco del alumbrado público dejaba escapar. Cuando Lucía presionó el switch del pasillo, se lastimó los ojos, pero el deslumbramiento no duró mucho. Encendió el foco de la habitación y ya era inmune. La canción que sonaba en las bocinas de la computadora le parecía buena, pero no adecuada para el momento. Buscó otra, una de los Red Hot Chili Peppers.
El Totis no se sentía a gusto abusando de la confianza de los otros. Por otro lado, el dueño de la computadora había salido hacía más de una hora con la intención de ver el clásico América-Guadalajara. Las risas se escuchaban desde la sala. A Carlos nunca le interesó el fútbol, quizá por eso el dueño de la computadora lo había abandonado a su suerte en Internet, para que no se aburriera, para que no pensara que era una grosería eso de largarse a otro cuarto y dejarlo allí solo. Estupendo. Así se consigue la exclusividad, así uno puede hacer lo que le viene en gana. La culpa de los otros es poder, pensó Carlos. Encendió otro cigarro. Los cigarros tampoco eran suyos.
mira, lucy, aquí el cuco piensa que tratas de confundirlo.
yo?
sí, tú, piensa que hay una conspiración en su contra.
No, no, no, yo no dije tal cosa.
pero la pensaste. espera. sí, lucy, así es. ni siquiera puede dormir tranquilo pensando en qué es lo que tú y patricia traman.
ja ja ja si kuko piensas eso
No, pienso en otras cosas.
ya, no te hagas, vayamos al grano. pero antes quiero hacerte una pregunta, lucy. hace un rato no lo hice de la manera más adecuada. espero no te ofendas. de dónde salieron las kas? por qué escribe la gente con kas?
es q’ es lo de hoy y es mas rapido
pero en una palabra como acusación debe de ser igual de rápido.
no pq ya estas akostumbrado a la misma tekla
y entonces por qué usas la q a veces?
no se me gusta así me gustan las kosas
bueno, bueno, yo nomás preguntaba por pura curiosidad, no estoy juzgando a nadie.
Pero es que la historia de las palabras [bla bla bla]
ya párale, cuco. ahora sí: al grano. lucy, acá el cuco tiene la duda. quiere saber si la relación de paty con el harry es para fregarlo nada más o qué onda.
jaja y kres que voy a kontestarte algo asi

preguntalo de otra forma y ya veremos
no: al pan, pan, etcétera.
no me kaes tan mal totis
entonces me vas a contestar?
esa vieja se ha vuelta bien kolmilluda desde ke le hiciste lo que le hiciste kuko se ha buelto bien ogt
El Cuco sintió una gota de sudor en la sien. La taquicardia lo sorprendió. El Totis dejó escapar una sonrisa maliciosa.
entonces sí hace lo que hace para fregar al cuco?
no se yo nomás les digo ke se ha buelto bien kolmilluda pinche vieja
chale, lucy, y te dices su amiga?
si es mi amiga pero no se ultimamente me kaga se ha buelto bien hipocrita
La sonrisa maliciosa del Totis se intensificó.
mi mama ya llego me tengo q’ ir
bueno, lucy, gracias, hasta luego, cuídate.
Sale, Lucía, cuídate, me saludas a ya sabes quién.
bye
lUcIElLe ha abandonado la conversación.
bueno, cuco, ya viste, es mejor ser directo. yo también me tengo que ir, ya es tarde. cuídese.
Cuídate, Carlos, hasta luego.
Nick Belane (vengador de los siete mares) ha abandonado la conversación.
Pero lo cierto es que ninguno de los dos había sido capaz de llegar a alguna conclusión. Nadie le había visto la cara a Lucía, imposible saber sus intenciones. Para Carlos eso no era un problema, era una diversión. Cuando el Cuco abandonó su computadora, no le alcanzó el dinero para pagar todo el tiempo que había estado conectado.
Esa noche, Raúl no pudo dormir.

arrastro los pies


Acabo de regresar al De Efe. Cuatro días en Santiago de Querétaro me han hecho extrañar la porquería y el escándalo; allá mis compañeros de viaje tal vez estén borrachos todavía en el hotel.
Compartí el camión con unas norteñas que venían en busca del aeropuerto. Me ofrecí para guiarlas de autobuses del norte a terminal aérea; los sábados, el servicio en el metro está suspendido desde politécnico hasta consulado. Una de ellas tenía gripa y tosió durante todo el trayecto, por lo que fui incapaz de dormir. El imbécil del asiento de adelante tampoco podía dormir, y se convulsionaba como para que advirtiéramos su existencia; siendo los asientos reclinables, me golpeó dos veces las rodillas, pero no me quedaban energías para una justa venganza.
Las muchachas me contaron que debían justificar sus gastos con facturas, que tendrían un serio problema en la Universidad si no llegaban con los papelitos llenos de números. Yo les dije que acá había una tal plaza de Santo Domingo en donde eso se podía conseguir con mucha facilidad. En blanco, para que escribieran lo necesario. Se alegraron. La de la tos me escribió su dirección en una tarjetita. Queremos conocer México. Y por qué no se quedan un día y cambian su boleto. Tenemos feria, pero La Susa tiene cosas que hacer por allá. Cuando a las ocho y media de la mañana despedí a las viajeras, me di cuenta de que Ciudad Juárez estaba todavía muy lejos. El avión saldría hasta la una. Aún no podían sonreír tranquilas como yo en mi casa.
Abordé el metro. De pantitlán a chabacano soñé que me transformaba en un ente invisible. Miraba sin ser mirado, y decía de las cosas lo que me daba la gana. Así ha de sentirse la posesión de una verdad absoluta.
No sé por qué circunstancias mágicas uno despierta justo cuando está próximo de donde va. Pocas son las veces en las que el sentido que une el fin del sueño con la cercanía del destino no funciona. Cargué mi mochila y salí. El transborde fue un poco difícil, había mucha gente y más gordos que los acostumbrados. Los gordos son peligrosos porque tienen una dignidad enorme, y sienten invadido su espacio íntimo con mucha facilidad. Caminé cauteloso, y a pesar del cansancio, no perdí la firmeza. Ningún gordo se sintió ofendido con mi marcha. Rebasé a tres ancianas en las escaleras eléctricas, y llegué por fin a mi querida línea 2. Ahora sólo falta el recorrido chabacano - cuatro caminos y una combi de 5 pesos.
Y estoy detenido. Me resisto a entrar en el vagón. Digo, mi familia es estupenda, muero por dormir, el hambre me provoca alucinaciones y el dinero agoniza, pero tengo la sensación de que algo se me cayó en el camino. Y no es que quiera recuperar lo que sea que por allí se haya quedado, o que tenga ganas de un sustituto. Los motivos que poseo para regresar no me parecen suficientes, sencillamente. Me siento por completo libre.
Pero qué estupidez. No trabajo, no tengo nada que pueda venderse. La guitarra, me hubiera traído la guitarra…, pero qué pendejada. «Imbécil», pienso, y me doy cuenta de que en mi cabeza ya estaba la palabra antes de la consciencia. Así, lo de imbécil me aparece como un eco: «imbécil IMBECIL. Pensé imbécil PENSÉ QUE PENSABA IMBÉCIL», etcétera.
Suelo perder el tiempo cuando llega el momento decisivo. Me pregunto cuántos pasajeros se quedarán en el viaje: cuántos en esta estación, cuántos en todo el metro, cuántos en las terminales de autobuses. Porque es absurdo que yo sea el único, que en la sala A del aeropuerto no se le ocurra por lo menos a uno, o que en Ciudad Juárez no haya dos o tres ex residentes de Orizaba que no tenían intenciones de quedarse cuando llegaron de vacaciones a Chihuahua. Y será todo este monólogo una bomba o será el discurso del primero de diciembre de algún alto funcionario, porque puede que tenga mucho sueño y mucha hambre, y que la cabeza no me ande funcionando bien, o puede que no tenga miedo ya del hambre ni del sueño, y que la necesidad del hogar se me haya borrado para siempre. Extrañar a mis hermanas y a mi madre: es posible, pero que no llegue hoy no significa que dejaré de verlas. La preocupación principal es el sustento, con toda seguridad.
Patricia desapareció hace 5 meses. Se largó a Estados Unidos, y quién asegura que no la motivó lo mismo que ahora me impide abordar el convoy. Será esa la razón de que no ahorre algún dinero yo para irme también a Nueva York: le echaría todo a perder. He sido injusto con ella entonces, me doy cuenta, pero todavía estoy molesto. Quién sabe quién lo equilibre todo si me marcho hoy mismo. No te enojes conmigo, fulano.
Es posible que en mucho tiempo no sonría tranquilo en mi casa más, quizá porque estaré inquieto, o tal vez porque no me será tan fácil recuperar lo sedentario. Ojalá fuera gordo, y contuviera en la barriga esa gigantesca seguridad que nunca le he visto a un flaco. Es mentira que la obesidad provoque «autoestima baja». Ah, Patricia, cuánto me costó entenderte. Yo, siempre tan necio, pero si tú tampoco eras gorda.
Dicen que todos los días por lo menos uno se tira a las vías del metro. Los encargados de limpieza ponen luego cal sobre las manchas de sangre que no limpian bien. Los suicidas lo dejan todo a la suerte. La nada o la eternidad, la nada o la eternidad: ése es un volado y no mamadas. Yo nunca he visto un suicida, ni siquiera he visto un muerto, pero conozco a un par que sí. Y no es justamente el par al que puede creérsele; sin embargo, de todas formas me acuerdo muy bien del tono de la sangre y de los ojos desorbitados que ellos cuentan haber visto. Qué huevos.
Una vez estaba borracho y dejó de importarme la moral. Me sentía como Nick Belane. Estaba en una fiesta; había un tipo allí que estudiaba administración. Trató de iniciar una conversación conmigo, y yo le conté que al carajo con la ingeniería un par de meses atrás y que ahora me había metido en letras hispánicas. Me miró desde diez centímetros más arriba. Es que eso es para idealistas soñadores románticos: no ves claro. Por supuesto que no veo claro, estúpido borracho. Chinga tu madre y que chinguen a su madre todos los putos administradores. A la verga. Evidentemente, el tipo se sintió ofendido. Su honra estaba en peligro. Si se hubiera tratado de un Andrés Caballero, el estoque saltaba de inmediato a la mano. Por fortuna, lo que yo tenía en frente era un cobarde charlatán que mostraba el puño para presumir manos perfectas. Nunca me he peleado, y nunca he trabajado en una fábrica, pero qué acto más ridículo acabo de presenciar. El país del apantalle. Ahora necesito mi cabeza en donde la tenía cuando abandoné el politécnico y cuando insulté al imbécil de la cabeza clara.
(Entro en el metro.) La gente, todo este barullo. Es el De Efe. Me parecía imposible que se le pudiera perder la novia a uno en balderas. Ahora que conozco Santiago de Querétaro y la inseguridad de los que ven por vez primera la Ciudad de México, sé que es posible. La bola de gente es más peligrosa que la bola de dignidad de un gordo. Sería bueno descansar de todo esto durante un tiempo. Trabajar en una maquiladora. Volver renovado y apreciar la Ciudad con otros ojos.
(Zócalo: dinero suficiente para dos tacos y las facturas; sobran treinta pesos.) Y todas estas fotografías en movimiento. Se puede filmar una escena así con una cámara de la década de 1920 e incluirla en Metrópolis. La mochila pesa cada vez más. Otra vez no quiero subir al vagón. Los ciegos venden discos con más de cien éxitos de la época dorada del rock and roll, e inundan el espacio con sonido, más de 115 decibeles. Sospecho de la mayoría. Veloces sombras se escurren silenciosas.
Despierto en pantitlán. Nuevamente he tenido el sueño en el que soy invisible, y nuevamente el sentido mágico de despertar cerca del destino me alerta. Unos momentos más tarde, estaré en la sala A del aeropuerto internacional Benito Juárez. Espero que las viajeras tengan dinero suficiente para un boleto más, y que no estén reservados todos los asientos.

hastatrás

Me rasco, pero la comezón no se va: aumenta.
Ahora las nubes desaparecen, y el sol, en el cenit, me observa inquisidor. Sudo. Dejo de escuchar la música que todos cantan. No hay lugar para dar el paso que necesito, la gente empuja más. Las manos las piernas la mujer que fuma allí adelante marihuana de una pipa. Todo me desquicia. Entonces, intento escuchar, intento regresar al concierto; es ya imposible.
El rostro deformado de la chica es un punto negro en una hoja blanca. Ríe. Sus amigos ríen. Todos humean y se convierten en chistes. Yo también río, y soy un chiste más. En ese momento, descubro que vienen conmigo. O tal vez, aunque no es posible. No, no soy yo el que viene con ellos. Me explota en la cara una sonrisa otra vez, y se me escapa el alma de los pulmones.
La pipa llega por la derecha.
Estoy adentro de mí. Nunca había estado tan al fondo. Hasta atrás, me doy cuenta, hasta atrás. Ya entiendo la frase el concepto. Pero se puede llegar más abajo, con toda seguridad. Cómo puede saberse cuál es el verdadero hastatrás. Sobre todo, cómo puede saberse el hastatrás sin referencias previas. Hay qué explorarse, es preciso conocerse, urgente.

Será que no es su rostro el que se deforma, sino yo el distorsionador. Distorsión, distorsión. Pero el mundo permanece. Ni los edificios ni los postes: nada más está torcido. Tu cara es de plastilina viva, le digo, o de laguna, agrego, y tu nariz y tus ojos basura flotante. JAJAJA (con eco en distintos tonos) Llora --¡Pero si soy tan bonita! Culpa --le he roto el corazón. Cualquier explicación me suena idiota en la cabeza, y más ahora, así que callo.
La pipa llega por la izquierda.
Un perro grande busca comida en el piso. Alguien tiró un hotdog por allá, perro, allá. Horrorizado, me doy cuenta de que el animal se come a su hermano. Quizá las pulgas se lo coman después a él. ¡Cuidado, vienen las pulgas!, se me sale decir. JAJAJA, las pulgas, éste ve pulgas, JAJAJA.
peroesquenopuedoevitarlo. n o p u e d o e v i t a r l o . La pipa la tengo yo todavía.
De pronto, cuando dejo de reír, descubro que ya no estoy con ellos. Pienso, me regreso, reproduzco la carcajada. Recuerdo que yo debía recoger algo. Se me pasa la mano, y recuerdo también que a ese concierto yo llegué solo. Camino, y el norte se mueve al sur. Abajo hay un cigarro medio consumido. ¿Será eso lo que tenía que levantar?
El cigarro llega por abajo.
En realidad, estoy triste. Vine solo y me voy solo. Malo para las tragedias, continúo empujando y avanzando, y consigo representar media comedia. Conmiseración. Quiero llorar, me esfuerzo, pero n-o-p-u-e-d-o-e-v-i-t-a-r-l-a-r-i-s-a-n-o-p-u-e-d-o. Mi mente es un telón cerrado. Ni siquiera estoy seguro de si toda esta melancolía es real. Prefiero el alcohol, hombre, prefiero el alcohol.

Repetición de lo mismo. Repetición de lo mismo. Ciento veinte minutos.
Ahora
lentamente
el telón se abre.

miércoles, mayo 9

por cierto,

el de la entrada anterior y yo somos el mismo: C. Garduño.

nunca

había entrado con mi nombre. belane no quiere hablar. está como mudo. algo le pasó por allá. esperemos que no sea permanente.

lunes, mayo 7

amenaza

Cuidado, Berganza, que estaré vigilando.
Belane

el dios del viaje


el dios del viaje. adiós al viaje. belane se ha ido y me ha dejado de encargado. puedo usar su nombre durante algún tiempo, pero todos sabrán quién soy en realidad.

me llaman berganza, un buen perro guardián. cuando belane me encomendó este trabajo, dijo que iría en busca de una forma para no se qué con la voluntad, o con el temor, o con las dos cosas juntas. prometo cuidar su casa bien, y escribir lo que a él le hubiera gustado.